Disponen de un artículo donde conocer a la importante escritora brasileña Nélida Piñón, tan cercana a nuestro idioma como al propio.
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“En 1985 todo el mundo leía a Milan Kundera. El escritor exiliado en París había publicado un año antes ‘La insoportable levedad del ser’, una novela de amor y sexo ahumada con filosofía y ambientada en aquella Primavera de Praga de 1968 en la que los tanques soviéticos aplastaron -literalmente- a los veinteañeros que exigían libertad en vaqueros…”
Del extenso artículo donde podrán conocer a este polémico escritor.
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Inadmisible e imperdonable. Y no es el único. Y, en el caso que nos ocupa, aumentado por la enorme bajeza en las formas. Grandes figuras, que obtienen reconocimiento, merecen el mayor de los desprecios.
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Porque de esta literaria forma y no de otra se puede calificar la imposibilidad de que un escritor deba elegir entre los derechos sobre su obra y su pensión. Cuesta decidir por dónde comenzar. La pensión (si la tiene), el escritor se la ganó con otra actividad por la cual tributó. Si a la vez percibió derechos de autor, tributó por ellos. Me pregunto qué cantidad cobrará este o cualquier escritor o cualquier español, dudo que alguien discuta que una cantidad justa para vivir dignamente, probablemente menos, nunca más. ¿Se hacen una idea de la cantidad, y cómo y en qué plazos se cobra, que suponen los derechos de autor del 99% de los escritores? ¿Se hacen una idea alguno de los lectores de lo que supone trabajar ocho horas y desplazarse al trabajo y atender a las necesidades domésticas personales y de otros y a…? Sería interminable. Aun así, algunos escribimos; en mi caso, no puedo dar un porqué razonable: ahora sé que no es vocación ni pasión, es prisión y tortura, no es sensato, pero es lo que soy.
Los escritores no tenemos elección: escribimos.
No podemos tener leyes injustas o carentes de sentido común en una democracia estable y en uno de los países cultural e históricamente más importantes del mundo. Cuidemos lo que ya tenemos porque es muy valioso, se ha producido una reacción y hay un marco legal al que acogerse, querríamos mejorarlo, pero valoremos que disponemos de él, no todos pueden decir lo mismo. Compruébenlo leyendo el artículo.
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Era lo que pedía Zweig en su nota de suicidio. El Mal se llevó su mundo y lo dejó en el limbo de una nada imposible de aceptar, no cabía pacto con la Realidad surgida del infierno de la guerra. Disponen de varios enlaces a través del que ofrecemos, pues su figura parece haber resurgido, pero nunca se fue, y siempre permanecerá.
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