Íntimamente unidas, la interacción de ambas como campo de batalla donde se dirimen los intereses de los poderosos tiene, siempre, un perdedor: los más desfavorecidos. Y demos gracias: si el desacuerdo llega a punto muerto, lo solucionan con una guerra.
Y nada le servirá de nada, de modo que siga votando sin criterio.
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