“La comunidad secreta”, escrito en el siglo XVII por el reverendo escocés Robert Kirk, es un clásico dentro del mundo del misterio. La obra es un pequeño tratado donde el autor recoge los testimonios de los “videntes”: aquellos que tienen la facultad de ver a una humanidad paralela que vive junto a nosotros, comunidades de elfos, faunos y hadas, los elementales de los que nos habla Paracelso, Kirchner y tantos otros, seres que no vemos pero que habitan junto a nosotros, que son muy parecidos a nosotros. Este es un libro de referencia para los creyentes en la existencia de mundos y comunidades intraterrenas, esta es la razón de que lo traigamos aquí.
De manera entrecomillada, puede decirse que siempre se ha creído en la existencia de comunidades que vivían en el interior de la Tierra. Dejaron testimonio escrito los anteriormente señalados junto a muchos otros, y autores de ficción como Verne o Bulwer-Lytton nos dejaron sus historias sobre el tema. Como en otras ocasiones hemos señalado, el buscador de la Verdad no debe quedarse en la superficie: lean la biografía de estos dos últimos autores, piensen sobre ello y debatan con quien conozca el tema en profundidad. Las de ellos y las de otros, pueden ser novelas escritas con una determinada intención; en el XIX (o hace tan sólo cincuenta años) no había internet ni Facebook ni twitter ni Instagram, eran los libros los que atesoraban el conocimiento.
La cuestión es que los sucesos deben tener una explicación, y muchas de las fichas forteanas deben tenerla, y muchas apariciones y muchas desapariciones deben tenerla, pero los testimonios son (seamos exageradamente cautos) decenas de miles, y esos sucesos deben tener explicación, que quizá no sea ortodoxa, quizá esos seres existan. Lo que se acepta y lo que no se acepta son convencionalismos impuestos por un grupo que ejerce el control de la información como medio de mantenimiento del poder. Los nazis creían en la teoría de la Tierra Hueca, presumiblemente habitada, y crearon una ciencia nueva argumentando que la ciencia enemiga, judía, impedía el avance de la Humanidad. Ténganse dos cosas en cuenta: si hubieran vencido (y pudieron hacerlo) sería la ciencia que existiría hoy, y está fuera de duda su competencia técnica y los avances científicos alemanes durante la guerra: eran científicamente competentes. Si Churchill temió tan sólo a los submarinos al comienzo de la guerra, debió temer y mucho a las “armas maravillosas” al final, de las que se sospecha que Alemania no hizo uso por razones políticas; pero claro, esto queda oculto, no debe verse ni un atisbo de humanidad en el monstruo nazi, que desde luego era un monstruo, pero no el único.
De modo que hay quien cree que convivimos con otras civilizaciones que habitan en el interior de la Tierra. Investiguen el tema si les interesa, es muy extenso, y si leen a Kirk no crean que tienen un cuento en sus manos: una ley escocesa de 1604 prohibía el trato con los seres subterráneos.
Y en el enlace un corto video de investigadores actuales hablándonos del libro que nos ocupa.
Somos La Resistencia.
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