Mantiene o defiende con seguridad y firmeza, sostiene Pereira, que para que el Mal triunfe sólo es necesario que los hombres buenos no hagan nada. En esta sencilla novela, que transmite tan trascendente mensaje, la figura de su protagonista, héroe sencillo (como dijo Thoreau el héroe es el más sencillo de los hombres) se eleva desde las primeras páginas muy por encima del resto de personajes.
En la Europa de 1938, en plena Guerra Civil española, en la Lisboa del dictador fascista Salazar, en una Europa que hiede a muerte, medita sobre la muerte un viejo y sensible periodista necesitado de un ayudante que le componga necrológicas para la sección cultural de su periódico, de la cual es responsable. El desorientado Pereira, inconscientemente achaca su estado a la obsesión creciente en una muerte que acertadamente flota en la obra creando una atmósfera propia del momento histórico, una muerte que encuentra perfecto acomodo en el argumento de la historia como vehículo que conducirá a Pereira al cambio que, sin que sea consciente de ello, está grabado en su naturaleza espiritual y pugna por convertirse en su naturaleza material, en su realidad. Cuando estos momentos llegan, como si un ente superior dirigiera nuestras existencias, se dan las circunstancias aparentemente casuales que nos encaminan a nuestro lugar en el mundo, nos unen a las personas que deben acompañarnos en el camino y que nos convierten en aquello que debemos ser.
Pereira topa con la tesina sobre la Negra Dama del universitario Monteiro Rossi. Monteiro es un joven pobre, ingenuo, incapaz de comprender los entresijos y peligros de la situación política, enamorado de una idealista igualmente ingenua, bienintencionada, que conduce a Monteiro Rossi a poner en riesgo su vida. Incomprensiblemente en apariencia, el conmovedor Pereira contrata al necesitado Monteiro, del que pronto sabemos que copió su tesina y que envía a su jefe necrológicas impublicables, que preocupan menos a Pereira que el riesgo que suponen para el descarado Monteiro, que pide anticipos para cervezas y bailes con su enamorada, porque, como explica a Pereira en un pasaje memorable, él está interesado en la vida, no en la muerte.
El proceso de búsqueda interior del protagonista junto a las peripecias de Monteiro, guiado por el corazón y empujado por su “novia” a participar en una lucha para la que no está preparado, es el hilo novelesco que nos conduce al desenlace de la obra, al emerger desde la hipocondría un nuevo Pereira cuyos achaques de salud eran producto de su malestar espiritual en mayor medida que el calor, la tensión, la dieta, las conversaciones con el retrato de su esposa, la nostalgia de la juventud perdida, la melancolía por el hijo que no tuvo o las limonadas mitad limón mitad azúcar. El retorno del “activista” Monteiro y su petición de ayuda a Pereira resuelven el conflicto interno de este. Pereira acoge al buscado Monteiro en su casa, poniendo en riesgo su propia vida.
Y no debes leer más o conocerás el final.
La policía irrumpe buscando al joven, y Pereira, insultado por el jefe de los esbirros, lo abofetea. Pereira es agredido y Monteiro resulta muerto. El impacto por el triste final del joven Monteiro Rossi empuja al veterano periodista vagamente disgustado por el fascismo y por una política que no considera de su incumbencia, a la heroicidad de denunciar públicamente el asesinato. Pereira toma el camino del exilio convertido en un hombre diferente, convertido en el hombre oculto en su interior, convertido en el hombre que realmente era se encamina Don Marcello, il signore Mastroniani, Pereira, al exilio tras su pobre acto de rebeldía, tras su inservible victoria, tras la más grande de todas las victorias.
Disponen en el enlace del tráiler de la película basada en la novela.
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