Os recomendamos “Churchill” de Johnathan Teplitzky, y lo hacemos desde la extrañeza y cierta duda. Las razones para ello se basan en la imagen que genera la película sobre el Primer Ministro, que nos ha dejado perplejos. Sea uno profundo conocedor de un tema, un experto o incluso una autoridad, en un solo tema, lo primero que debe reconocerse con humildad y con la firmeza del que sabe que hay un solo camino para avanzar en el conocimiento, es lo mucho que queda por aprender. Partiendo de esto, podemos afirmar que conocemos al personaje y reconocemos las fuentes pendientes de consulta, incluso que han debido surgir nuevas investigaciones (sobre todo en inglés y alemán) a las que no tenemos acceso, por ejemplo esta de Alex von Tunzelmann, afamada historiadora que debuta en el guión cinematográfico y regenta una columna en The Guardian poniendo a caer de un burro las películas con errores históricos, precisamente, y es aquí donde surge nuestro interés.
Nos ha impactado un Churchill que no es creíble. No lo consideramos un monstruo, pero tampoco un sentimental acongojado que cree ver el mar teñirse de sangre cuando faltan días para la Operación Overloard; es Winston Churchill, ha visto y participado en muchas guerras, lleva tres años al frente de Inglaterra en esta, conoce y acepta las consecuencias. Dos días antes se opone al plan frontalmente, al plan de combate… es inconcebible, es excesivo, chirría tanto que las ganas de debatir con algún experto conocedor del momento histórico y el personaje te invaden; hay que hacer un esfuerzo por no rechazar de plano la visión de Churchill en esta película, lo que nos parece intelectualmente muy interesante.
¿Cómo es posible? A punto de ejecutarse un plan logísticamente descomunal, de tan alto calado militar, político y económico, decisivo en un momento decisivo de la historia, Churchill pretende cambiarlo… solo lo creeríamos si hubiera perdido la cabeza y sabemos que no fue así, y sabemos que no tenía un desconocimiento de la situación militar y de la técnica moderna de la guerra, después de años dirigiéndola, como para cambiar e imponer sus planes, ni la capacidad para hacerlo porque ¿Estados Unidos lo habría permitido? De nuevo, excesivo.
Incluso nos apena, genera cierta rabia cuando estamos muy lejos de las posiciones políticas y los actos del inglés. La gigantesca tensión del momento y la cúpula de hombres poderosísimos implicados no alcanzaría a convertir a Churchill en un niño malcriado, no es suficiente para que llegara a faltarle al respeto (o que él lo permitiera) en suelo inglés un general americano, aunque fuese Eisenhower, no recibiría una bofetada de su mujer y, desde luego, el carismático y tozudo Montgomery no le llamaría cabrón, ni… traidor, han leído bien: traidor; digno de verse.
Os animamos a ver la película, no nos malinterpretéis, la recreación histórica es buena y es instructivo sumergirnos en aquellos días cruciales. Como curiosidad, tenéis este enlace al “Churchuill” de Joe Wright (titulado “El insatante más oscuro”), con Gary Oldman y Kristin Scott-Thomas, que ha coincidido en el tiempo con nuestra recomendación. Centrado también en uno de los momentos decisivos de la contienda, esos momentos en que pudo cambiar la historia del mundo.
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