Contrariamente al prejuicio popular de que fomenta la promiscuidad e incentiva los embarazos adolescentes, un mayor conocimiento sobre los cuerpos y las relaciones aumenta las probabilidades de que las relaciones sexuales que tengamos sean seguras.
Porque en mi generación jugábamos con armas simuladas, y eso sólo convierte en desequilibrado asesino a quien ya lo estaba; nos “educaron” sexualmente en la versión más ligth del catolicismo franquista, y a quien le supuso un desequilibrio es porque ya lo estaba; nuestra moral y sentido del honor nos inculcaba el respeto a nuestras mujeres y a las de los demás, con las que nos educamos de igual a igual, y quien las maltrataba era por ser inherentemente malvado.
De modo que creo que se debe educar sexualmente, pero sin que ideologías o religiones intervengan en ello, fijando dos cosas: respeto absoluto y siempre, y que el sexo, cuando se ama, es infinitamente más satisfactorio.
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