Ya no nos lo planteamos, pero hace diez años, sólo diez años, los evidentes perjuicios que podían crear los teléfonos inteligentes en personas sin formación (o que se están formando) condujo a muchos padres a intentar evitar que nuestros hijos dispusieran de estos aparatos. Hoy, resulta que los niños obtienen su primer ‘smartphone’ de media a los 10 años en España.
La aberrante deformación que supone ser moldeado por los contenidos de la red, el rechazo a la autoridad paterna (y a todo tipo de autoridad) y el condicionamiento futuro que puede suponer la grabación de situaciones desafortunadas para sus futuros, es terrible.
En el enlace tienen un artículo que toca otro punto criticable: el coste.
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