Trilogía de la Personalidad, por Mutsotoku

Este es un artículo sobre lo indemostrable, al menos hasta cierto punto. Precede al que ofreceremos la semana que viene, en el cual expondremos las distintas opiniones de autores clásicos y modernos sobre un tema polémico, novelesco, tan estudiado como vilipendiado, en el que tantos creen, del que tantos se burlan; sobre estos últimos queremos decir que no sólo no tienen respuestas, ni siquiera se hacen La Pregunta. Nosotros somos buscadores, no podemos (y quizá nadie pueda) hacer ciertas afirmaciones con rotundidad, pero mantenemos la mente abierta de una forma crítica, y no juzgamos.

Una parte de La pregunta es qué somos. El Hombre es cuerpo, mente y espíritu. Así nos fue transmitido por el Maestro en que depositamos nuestra confianza, como un conocimiento ancestral al que de forma crítica sometimos a nuestra inteligencia, experiencia e intuición. Existen estudios antiguos que tratan estos temas en una profundidad que no alcanzamos, que exigirían toda una vida de estudio, y por tanto no entraremos en ello.

El Cuerpo físico está compuesto por una materia densa que se puede percibir con nuestros sentidos, posee forma y sustancia con el que nuestro yo se manifiesta en este plano de existencia.

El Alma es el yo pensante y consciente, tanto cuando está unido al cuerpo físico como cuando se separa de él. Está formado por materia al igual que el cuerpo físico, pero esta es más sutil, menos densa, y también posee forma y sustancia, aunque no se puede percibir con nuestros sentidos materiales.

El Espíritu es nuestro verdadero yo, cuerpo físico y alma no lo son, tan sólo esta última es más sutil que el primero. El Espíritu es la única y verdadera parte inmortal del Hombre.

Somos La Resistencia.

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ALMA y MUERTE, por Mutsotoku

Continuamos con nuestro recorrido por las culturas antiguas y su visión de la muerte y el alma, insistiendo, es muy importante hacerlo, en que tan sólo ofrecemos unas pocas informaciones, y en que nos centramos en las grandes civilizaciones. No hay espacio ni este es el sitio para más, pero es imprescindible señalar que las coincidencias con otros agrupamientos humanos más pequeños son asombrosas.

Existe la creencia en Japón de que el espíritu del fallecido permanece junto a los vivos cien años antes de encarnarse, y creen en la existencia del infierno donde la vida (que ironía) es similar a la terrestre.

Sobre China queremos indicar que el Taoísmo se convirtió en la religión más importante a partir del siglo III a.c. Las sectas taoístas eran tradicionalmente consideradas como las detentadoras de los secretos de la inmortalidad. En Tibet, que también posee un “Libro de los Muertos”, se cree en la reencarnación como herramienta de crecimiento espiritual, alcanzándose un estado de iluminación que nos libera del eterno retorno, aunque seres iluminados retornen por benevolencia y amor a la Humanidad.

En el Hinduismo todas las almas proceden del Atman, el alma universal; es curiosa la coincidencia con alguna de las teorías científicas sobre el origen del Universo. Creen en la transmigración de las almas, incluso tienen un libro donde se explican sus leyes, siendo la básica que es un mecanismo imprescindible para la evolución del ser humano.

En África las religiones tienden a un estrecho contacto con la naturaleza, y la mayoría de las tribus reconoce la doctrina de la transmigración de las almas, la reencarnación.

Cuando miramos a América del Sur, es importante dejar constancia de que las ideas de los aztecas coincidían en gran parte con las de los Mayas, y que creían en la reencarnación. El Animismo está considerada la religión más importante, y es significativo que para todas las religiones la muerte es un cambio de estado, una existencia diferente.

Por último la religión cristiana, que creía en sus orígenes en la reencarnación y nunca la ha condenado oficialmente.

El lector de este artículo debe considerar que estos pocos datos son parte de los intereses particulares del autor, y que tan sólo uno de ellos podría ser objeto de estudio durante toda una vida. Nuestra intención es despertar el interés.

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La Muerte y el Alma, por Mutsotoku

En este artículo vamos a hacer un recorrido por algunas de las más importantes culturas de la antigüedad, y dejaremos constancia, en algunas notas que nos parecen de interés, de sus interpretaciones sobre la muerte y el alma de los seres humanos. Queremos señalar una obviedad: la distancia, lo que supone que los contactos y la capacidad de influencia de unas sobre otras era muy limitado.

En Egipto la muerte es una etapa de transformación del individuo. La metafísica egipcia distinguía en el hombre seis elementos, tres materiales y tres espirituales, siendo el Ka el garante de su inmortalidad, en una lucha donde habría de enfrentarse con las fuerzas del Mal. Los egipcios creían en un juicio, y en un infierno y un paraíso. El individuo que era juzgado justo lo alcanzaba, como premio por haber practicado el Bien. Para profundizar en las creencias egipcias es imprescindible estudiar el “Libro de los Muertos”.

Siguiendo con Oriente Medio, señalaremos que para Sumerios y Acadios el reino de la muerte es un lugar de tinieblas, y sólo el conocimiento puede conducir a la eternidad, mientras que la tradición irania afirma la existencia de un combate entre el Bien y el Mal donde el hombre participa, y sólo cuando venza el Bien se renovará el mundo y seremos  inmortales. En Grecia estas concepciones evolucionaron, tanto en la geografía del Más Allá, como en la idea de juicio. Sobre la concepción griega dos apuntes que nos interesan en particular: para Pitágoras la patria del alma era el cosmos, y para Plutarco el hombre se compone de cuerpo, alma y espíritu, la misma concepción que la moderna teosofía.

Todas estas culturas creían en la existencia del alma, como los druidas celtas, como los germanos, es prácticamente universal.

En una próxima entrega completaremos este artículo tratando sobre el lejano Oriente, África y América del Sur.

Somos La Resistencia.

 

 

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Carl Gustav, por Mutsotoku

Traemos esta semana unas anotaciones, impresiones extraídas de un libro en particular: “Budismo y psicología junguiana”, que puedan conducir al lector a la reflexión sobre como tradiciones históricas, religiones y modernas líneas científicas (en este caso la psicología), pueden tener puntos en común, quizá complementarse, desde el pensamiento de una mente abierta. El sólo ejercicio de hacerlo, con independencia de llegar a conclusiones, es algo enriquecedor intelectual y espiritualmente, y nos puede acercar al conocimiento de la verdad, o hasta ella.

Como algo personal que es, y para quien desconozca por completo al autor, queremos transmitir lo que a nosotros nos interesó, como la Individuación: que para Jung consiste en la integración del consciente y el inconsciente del ser humano.

También reflexiona sobre el Karma, y por tanto la reencarnación, sin que aquí vayamos a afirmar que creyera en ella. En concreto, nos llamó la atención su afirmación de que aceptar el Karma no significa estar atado a él, algo que ya explicamos aquí cuando escribimos sobre la ley natural de causa y efecto.

Con respecto al ego, nos parece interesante su punto de vista en referencia al desplazamiento del centro de gravedad psíquico, centrado en torno al ego, hacia una condición psíquica que no sea egocéntrica, sino excéntrica (lo cual supone dar por hecho que el centro de la conciencia es un estado de flujo). En este estado de mente excéntrico ¿se pueden experimentar imágenes, visiones, sensaciones de otras vidas?

Nada más, sólo unas letras para dar a conocer nuestra curiosidad intelectual por Jung, algo que esperamos que compartan.

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HANCOCK y el ORIGEN. Por Mutsotoku

No es un hombre convencional. Para los que creemos que lo irracional es felicitarse por estar perfectamente adaptado a un sistema enfermo y siniestro, Hancock es un científico que merece atención y respeto. Es un ejemplo de que el buscador no debe encerrarse en una sola disciplina, una sola creencia, un único camino, sino que debe mantener una mentalidad abierta como herramienta básica para hallar La Verdad: no debemos desdeñar la ciencia, la historia, la actualidad, el arte, si todo ello forma parte del ser humano todo ello es capaz de enseñarnos quienes somos. Hancock atiende a una de las partes de La Pregunta: de dónde venimos, porque la ciencia actual no contesta a esa pregunta.

No podemos afirmar que lleve razón en sus teorías, podemos asegurar que se trata de alguien serio que investiga y piensa, y tenemos conocimientos suficientes para asegurar que sus tesis no son charlatanería, son originales y brillantes. Hancock es un buscador, como poco, remueve la ignorancia e inmundicia superficial en la que vivimos. No somos expertos en su obra, nadie puede serlo todo, por ello existen equipos multidisciplinares como los Buscadores de la Verdad, no afirmamos que lleve razón, solo queremos aquí apuntar la existencia de Hancock y recordar que no está solo, hay muchos como él.

            Hoy les ofrecemos un enlace, donde encontrarán uno de sus trabajos. Garantizamos que si lo ve será imposible que no suscite la duda, aunque sea el más firme creyente en lo oficialmente aceptado.

            Somos La Resistencia.

Pulsa en la imagen para acceder al enlace

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MEDITACIÓN, por Mutsotoku

Nos dice el Buda que “sentarse en meditación es volver a nuestra propia casa y descansar en paz”, meditar es volver a la calma original.

Se pueden escribir miles de páginas, y se han escrito, sobre la meditación zen. Puede decirse que estudiar zen es sentarse en zazen, y puede decirse que no pensar es el arte esencial de zazen.

Todo esto es correcto.

En este artículo no vamos a exponer técnicas de meditación, ni a copiar más citas (por bellas y acertadas que estas sean), vamos a afirmar dos cosas: para aprender meditación zen se necesita la guía de un maestro, y la segunda: los efectos y sensaciones que producen la meditación no merecen ser comentados, debe experimentarse. Intentar transmitir con palabras la sensación de descanso, la fortaleza que se siente al término, la claridad mental, la paz con uno mismo y con todo, la alegría incluso, podrían parecer fruto de la ingenuidad y el entusiasmo de ignorantes. Debe experimentarse.

Somos La Resistencia.

 

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LA ESENCIA DEL BUDISMO. Por Mutsotoku

Continuamos exponiendo la esencia del Budismo, y lo haremos centrándonos, para comenzar, en el Karma. Para obtener un buen Karma no debemos matar, robar, abusar de los placeres sensuales que nos embrutecen, no debemos mentir ni tomar bebidas embriagantes o drogas, pues nos hacen perder el sentido de una realidad creada por nuestra conducta anterior y que estamos obligados a vivir para que sea corregida, y de esta forma no perder nuestro camino personal. Dicho esto, sencillo y directo, y que al ser practicado trae beneficios visibles, continuamos con la Esencia del Budismo.

El aporte innovador del Budismo en el aspecto religioso es la forma de entender el sufrimiento. Considera que en el nacimiento está el origen del dolor, luego renacer es por sí mismo secundario, lo que nos conduce a lo que entiende por liberación será superar el sufrimiento. La receta es clara: para eliminar el sufrimiento se debe suprimir la ignorancia. El Budismo cree que debemos suprimir aspectos de nuestra personalidad, no adquirir otros nuevos. El Budismo se basa en la experiencia personal, y considera a la moral como desvinculada de la religión y la filosofía. En vez de obedecer ciegamente cuestionables mandatos divinos, el Buda insta a sus seguidores a que la voluntad divina sea reemplazada por la del individuo, para liberarse de un cepo real: el sufrimiento. Esta meta se puede alcanzar aquí y ahora, no es una dudosa promesa para el “más allá”, es un proceso para lograr ver por encima de lo superficial llegando a la verdad de la vida, abriendo nuestra mente y evitando que nos perturben las circunstancias.

La vía para para percibir la verdadera naturaleza y esencia de las cosas es La Meditación.

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La esencia del Budismo. Por Mutsotoku

La esencia del Budismo, como la definió su fundador, es: “cesar todo pecado, adquirir la virtud, purificar el corazón”.

En el Budismo hay una creencia, el Karma, producto de una ley natural, que ejerce un efecto determinante sobre el destino de los hombres. El Universo está sometido a una causalidad natural denominada Karma, por la cual los méritos y deméritos pasados determinan nuestra condición presente. Todo es efecto de una causa anterior, y a la vez causa de un efecto futuro. Son nuestros actos y pensamiento actuales los que determinan las situaciones en que nos encontraremos en el futuro. El único control que podemos ejercer sobre el Karma es mantener una buena línea de conducta, que purifica el Karma acumulado, nos conduce a la felicidad y, por último, a salir de la rueda incesante de los renacimientos, alcanzando el Nirvana, la iluminación.

Como vemos, el Budismo cree en la reencarnación. Considera que pueden haber sido miles o millones, y que antes de una nueva estancia terrena la entidad elige los padres y las circunstancias que habrá de enfrentar, que serán aquellas que le ayudarán a purificar su espíritu, siendo este el único sentido de la vida.

Los seguidores de estos artículos reconocerán en la Ley del Karma uno de los principios del Kybalión, así como una de la Leyes de la Naturaleza.

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El Noble Óctuple Sendero. Por Mutsotoku

Nos conduce a la eliminación del Samsara, y es el siguiente:

  • Rectos puntos de vista. Significa conocer las cuatro verdades y ver las cosas en su auténtica naturaleza.
  • Rectos pensamientos. Pensamientos libres de sensualismo, mala voluntad y crueldad.
  • Rectas palabras, que serán utilizadas en forma correcta, no mentir, no murmurar, y callar si no es posible decir algo que mejore el silencio.
  • Recta conducta. Debemos ser altruistas, no matar y no tener tratos deshonestos.
  • Rectos medios de vida. Desarrollaremos una labor que no dañe al prójimo, y en la medida de lo posible debemos intentar que se convierta en una vía de desarrollo del ser.

Los siguientes están relacionados con la moralidad:

  • Recto esfuerzo, evitaremos actos, pensamientos y sentimientos negativos y malignos.
  • Recta atención, observaremos nuestro cuerpo, mente y sensaciones, así como todo aquello que nos rodea.
  • Recta concentración, este punto se refiere a perfeccionar las cuatro etapas de la meditación, y conduce al desarrollo de la facultad de Buda, que se halla latente en todos los seres humanos.

Comentaremos esto en futuras entregas.

Somos la Resistencia.

 

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Las Cuatro Nobles Verdades. Por Mutsotoku

Para comenzar a andar el camino debemos conocer la “Cuatro Nobles Verdades”, dijimos con anterioridad.

Son las siguientes:

  • La existencia humana es dolor; sufrimiento.
  • La causa del dolor es el deseo; impermanencia.
  • La extinción del deseo acaba con el dolor; impersonalidad.
  • El camino que lleva a la extinción del deseo, y por ende a la cesación del dolor, constituye la “óctuple senda”.

Las cuatro nobles verdades giran en torno a Dukka, que significa sufrimiento, dolor, o todo aquello que suponga apego. La raíz última del dolor se basa en la falsa noción del “yo”: aquel que creemos ser cada uno de nosotros. En realidad no hay un solo yo sino cinco “agregados” en continuo flujo, que crean la ilusión del “yo” cuando se asocian entre sí. Por ello el sufrimiento existe pero no hay quién sufra, lo que supone que deja de sufrir quien deja de considerarse “alguien”, una entidad única.

Dicho de otra manera: El Budismo recalca Sufrimiento, Impermanencia e Impersonalidad. La existencia implica sufrir, pero como todo cambia sin cesar, es impermanente, nada hay exactamente definido y aun conseguido ya no es aquello que deseábamos. Al deseo se le denomina sed, el hombre está permanentemente sediento, y al conseguir algo ya desea algo nuevo. Esto carece de sentido, y supone una eterna infelicidad. Con respecto a la Impersonalidad, nos dice el Budismo que nada autoexiste, que aunque no lo parezca todo está interrelacionado.

El Budismo afirma que existe la Reencarnación, el Samsara, el incesante ciclo de los renacimientos, que debe eliminarse a través del “Noble Óctuple Sendero”, del que os hablaremos próximamente.

Somos La Resistencia.

 

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